jueves, 11 de febrero de 2010

COMER COMPULSIVAMENTE 1ERA PARTE

Hola celeste. Me atrevo a escribirte por primera vez ya que llevo siguiendo tu blog un buen de tiempo. Me has inspirado a bajar de peso, aun tengo muchos kilos que bajar, pero ya llevo algunos bajados. Al igual que tu tengo mis recaidas...soy Mexicana, pero llevo año y medio radicando en Peru, voy con un nutriologo que me ha funcionado y ojala llegue a cumplir mi meta de llegar a los 60 kilos. Actualmente peso 84 asi que tengo mucho camino por recorrer y es bueno saber que no soy la unica en la lucha.
Me gusta como te expresas y me identifico bastante con los problemas que pasa alguien con obesidad...todos los miedos, todas las frustraciones, pero tambien la lucha constante y eso es algo que nos une a muchos que seguimos tu blog.

La razon de escribirte aparte de felicitarte por tu blog es compartirte algo que mi madre me envio hace algun tiempo puesto que veo que has perdido un poco tu enfoque en la bajada del peso (como expresaste hace poco) a mi me ayudo a darme cuenta de algunas cosas y espero te sirva...sino, pues no importa. Y lo hago ya que tu me has ayudado sin conocerme....asi que no esta de mas enviarte esto que bien puede servirte.

Gracias por compartir tu experiencia y seguirnos impulsando.....ANIMO!

COMER COMPULSIVAMENTE 1 ERA PARTE

Laberinto hacia la libertad,
Comer compulsivamente,
Cómo romper con la esclavitud.

DEDICO ESTA OBRA A TODAS LAS MUJERES QUE LUCHAN DIARIAMENTE POR SUPERAR ESTA
ENFERMEDAD.

¡Nuestro cuerpo: Es de nosotras y de nadie más, para que lo cuidemos y lo amemos. A pesar de
esta verdad, más de la mitad de mujeres y hombres con quienes he platicado se encuentran
profundamente insatisfechos con sus cuerpos, tratando desesperadamente de transformarlo todo con la “dieta” del momento.


Existen opciones… podemos nutrir nuestros cuerpos con alimentos de calidad, podemosalimentar nuestras mentes con pensamientos positivos, no estamos condenadas a castigarnos condietas que no resuelven nuestra situación. No necesitamos lastimarnos, física y emocionalmente.

De nuestra situación podemos culpar a los medios de comunicación. Podemos culpar a nuestras mamás. Sin embargo, no importa a que o a quien culpemos, la realidad es que vivimos obsesionadas con nuestro peso. Necesitamos aprender a tratar nuestros cuerpos con respeto, sin enojo y sin castigo. NO se trata de cambiar únicamente nuestro cuerpo, sino nuestra perspectiva.
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Si bien los laberintos parecieran ser confusos, lo cierto es que en cada una de nosotras está
la solución, el “mapa” interior que nos conduce y guía en cada etapa del cambio… así, durante el proceso aprendemos a moldear nuestro cuerpo, de adentro hacia fuera y potenciar la que ya es, descubrimos la forma que nos permite comer con dignidad, con respeto; ¡aprendemos a cuidarnos!.

“ATRAVESAR UN LABERINTO ES LA REPRESENTACION SIMBOLICA DE UNA INICIACION, UN CAMINO HACIA UN PARAJE MEJOR… PUEDE INTERPRETARSE COMO UN APRENDIZAJE QUE LLEVA A DESCUBRIR UN SENDERO DE LIBERACION”

Introducción

Recientemente leí los resultados de una encuesta titulada “Feeling Fat in a Thin Society”, (Sintiéndose gorda en una sociedad delgada). El 75 por ciento de las mujeres que participaron en la encuesta dijeron sentirse gordas. El 9 por ciento manifestó que su peso era un factor determinante en cómo se sentían con ellas mismas. Se les dio a elegir entre varias opciones: bajar de peso, ser felices en una relación, tener éxito profesional, reanudar una vieja amistad perdida, entre otras. Más de la mitad de las mujeres eligieron bajar de peso con la opción que les otorgaría mayor felicidad. Únicamente en la Unión Americana se gastan 33 billones de dólares al año en múltiples estrategias para bajar de peso. Veinte millones de mujeres padecen trastornos de alimentación. El 25 por ciento de los hombres y el 50 por ciento de las mujeres están constantemente a dieta. Nueve de cada diez personas que pierden peso con una dieta, lo recuperan. Aquellas que fracasen este año y no logren adelgazar, no tienen de que preocuparse, pues en este sentido, el año entrante existirán 30,000 nuevas estrategias de donde escoger. Aunque el corolario detrás de estadísticas y encuestas es que: las dietas no funcionan orque la comida y el peso son los síntomas, no los problemas. Más detalladamente podemos observar que para los hombres, la problemática en esencia es la misma, aunque con un matiz cultural que la hace específica. La mayoría están menos concentrados en su peso, pero existen muchos hombres para quienes su sentimiento de auto-estima y el peso corporal están dolorosamente conectados.
Estos hombres cargan con un “peso” diferente, porque siendo que este asunto del peso es “cosa de mujeres”, es poco usual que expresen lo que les sucede o que busquen y reciban apoyo cuando lo necesitan. Sin embargo, tanto hombres como mujeres al concentrar su atención en la comida, las dietas, los tratamientos, etc., logran distraerse de las situaciones reales que existen detrás del sobrepeso y la obsesión por comer.
La manera en que comemos es una metáfora de la forma en que vivimos y también es una metáfora de la forma en que amamos. Seguimos conductas que bloquean nuestra posibilidad de encontrar sano placer en la comida y en nuestras relaciones con otros seres humanos. Fantasear en exceso, crear de pequeñas cosas grandes dramas, desear lo prohibido, sentir la necesidad de controlar y manipular, son algunas de ellas. La buena nueva es que podemos romper la esclavitud de actuar con compulsión cuando aprendemos a vivir el presente, a valorarnos en el aquí y ahora, le damos voz a nuestra niña interior, confiamos en nuestra hambre tanto física como emocional y nos enseñamos a nosotras mismas a vivir felices. Este cambio de conducta y actitudes nos permite el acercamiento real con nuestro interior y con otras personas.

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La preocupación por nuestra talla es una distracción conveniente y socialmente aceptada que nos aleja de razones más complejas y profundas que jamás se resolverán con fuerza de voluntad, conteo calórico y ejercicio. Abusamos de la comida aunque no tengamos hambre como un apoyo indispensable para enfrentar el rechazo, la desconfianza, la carencia afectiva, el abuso sexual o el abuso físico, la ira reprimida, el dolor; la utiliza os como una protección para no ser lastimadas nuevamente o ser objeto de algún tipo de discriminación. Además de anestesiar las emociones con comida, nos lastimamos a nosotras mismas por que en el fondo no sabemos que nos merecemos algo mejor. Muchas de nosotras nos convertimos en adultos infelices, no tanto porque hemos pasado por situaciones traumáticas, sino porque las hemos reprimido. Así pues, el significado de liberarse de la obsesión por la comida va más allá de obtener un cuerpo delgado o unas tallas menos en nuestro guardarropa. Implica soltarla, dejar de manejarla para protegernos del dolor, porque con esta forma de “protección”, lo que hacemos es alejarnos de la vida.
Cuando permitimos que el dolor se vuelva visible, le podemos dar un nombre y al hacerlo, nos podemos liberar de él. Quienes somos comedoras compulsivas creemos con pasión que si estuviéramos delgadas, nuestras vidas serían muy diferentes. Hasta aquellas personas que han adelgazado seis o siete veces en su vida siguen creyendo que si tuvieran únicamente otra oportunidad, serían felices al fin. No es así. Estar esbeltas ayuda a que nos sintamos más ligeras y atractivas a un nivel cotidiano y de acuerdo a los parámetros marcados por la sociedad, mas la delgadez no cura el sufrimiento y la angustia que hemos tratado de enmascarar con los alimentos, las dietas y la búsqueda de fórmulas mágicas.
Lo que hacemos con la comida, lo hacemos también con nuestras vidas. El comer es el escenario en donde actuamos aquello que creemos sobre nosotras mismas. Los alimentos nos sirven para somatizar nuestros miedos más profundos, nuestros sueños y convicciones. Algo anda mal y comemos para expresarlo. Nuestras vidas giran alrededor de lo que comemos, la cantidad que ingerimos, nuestro peso y apariencia; las fantasías de lo que seremos una vez que dejemos de comer compulsivamente. Nuestro dolor parece venir de la comida, de la esquiva fuerza de voluntad y de la insatisfacción con nuestra figura. En mi propia vida pude descubrir que el dolor provenía de una fuente diferente y a la luz de mi descubrimiento pude empezar a liberarme de la obsesión de comer, pues siempre quise “tapar” con calorías lo que estaba sucediendo.

En la carrera de comer compulsivamente siempre lo hacemos como en el primer día que distorsionamos nuestros sentimientos; como el primer día que nos “tragamos” lo que nos estaba ocurriendo y nos culpamos por ello, como el primer día en el que nos sentimos fuera de control y creímos que no podíamos obtener lo que realmente necesitábamos. No llegaremos a sanar esas heridas si permitimos que nuestra atención se centre en la punta del iceberg, la verdad está en nuestro cuestionamiento interno:

¿Qué es aquello que me despierta más miedo?
¿Por qué no me he permitido sentir y expresar esas emociones?
¿Quién estuvo para apoyar y dar crédito a mi realidad personal?
¿Quién se responsabilizó por el bienestar emocional de mi familia?
¿Qué sucedía cuando me equivocaba?

Estas son sólo algunas preguntas que iremos contestando durante nuestro paso por este laberinto y lo más probable es que iremos reconociendo vacíos y dolores, mismos que ninguna
tienda repleta de nuestros alimentos favoritos podría llenar. Gran parte de nosotras no llegamos a contestarnos estas preguntas porque hacerlo nos pondría nuevamente en contacto directo con nuestro dolor y son precisamente esas vivencias las que nos llevaron a comer para tratar de alejarlas de nuestra conciencia. ¿Por qué abrir heridas ahora? Llevamos mucho tiempo creyendo que no nos entienden, creemos que nuestros problemas son diferentes de los demás. Hemos perdido la esperanza.

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Como mujeres adultas todavía queremos eso que no recibimos de niñas. Y, muchas veces, lo queremos en la misma forma en que no lo recibimos: anhelamos que alguien nos ame y nos cuide incondicionalmente, deseamos que alguien se haga responsable de nosotras. Las personas adictas a la comida pasan su vida esperando. Decimos que estamos esperando a estar delgadas. La realidad es que estamos esperando a que se calme nuestra añoranza. Estamos esperando a sentirnos completas. La pequeña niña asustada, sigue asustada y sigue esperando lo que nunca recibió. En nuestra incapacidad para escuchar a la niña que vive en nosotras, la misma incapacidad que tuvieron nuestros padres, confundimos la añoranza de sentirnos queridas y aceptadas por la añoranza de estar esbeltas.

Al no tomar en cuenta lo antes mencionado caemos en un profundo error que altera nuestras vidas. Los sentimientos de abandono, incomprensión y otros de igual importancia de acuerdo a nuestra historia personal no desaparecen por el hecho de que hoy ya no somos niñas o porque parecen irrelevantes a nuestro momento actual. Como sombras que se evapora, cuando las procesamos, todas estas emociones se liberan si estamos dispuestas a escribir y a hablar de ellas, así, la obsesión irá cediendo y dejaremos de sentir esa hambre irracional.

Los cambios no se darán de la noche a la mañana y no necesariamente serán radicales, lo más importante es que empezaremos a hablarnos con la verdad y después decidiremos cómo vivir de acuerdo a esta verdad. Romper la compulsión de la comida es un proceso; bien podemos decir que es lento, pero cambiará estructuras profundas. Dejaremos de ser víctimas, podremos hacer elecciones y tomaremos responsabilidades por nosotras mismas. Lo que pide este proceso de nosotras es que ya no esperemos la dieta mágica ni a la persona que “de todo nos rescatará”. Liberarnos de la compulsión por comer nos encaminará en un sendero que se contrapone a todo lo que apoya nuestra cultura y sociedad, misma que insiste en que definamos nuestro valor personal con patrones establecidos, ajenos a nuestra verdad individual –cómo nos vemos, cuánto pesamos, cuál es nuestra posición social, etc., son los parámetros a los que hemos tratado desesperadamente de alinearnos.

Un fabricante de vestidos que dijo en una ocasión: “Lo que vendemos es amor, no vestidos. Si podemos convencer a las clientas que nuestra mercancía va a conseguirles amor, estamos logrando el objetivo”. La gordura representa una industria multimillonaria en dólares. Los centros de dieta y los programas de reducción se están enriqueciendo mientras más nos convencen de que no sólo necesitamos estar delgadas, sino delgadísimas. Sí, tienes razón al pensar que por todo lo dicho hasta aquí resulta difícil romper la compulsión. Es cierto porque nos asusta cambiar, aunque este cambio nos devuelva nuestro poder personal.

Para liberarnos de la compulsión aprenderemos a creer que nuestro cuerpo es bueno, nuestra intuición acertada, que tenemos opciones y que podemos descubrir nuestra propia fortaleza. Para atravesar el laberinto y contar con la perspectiva necesaria requerirás de valentía ycompromiso. El ritmo y la cadencia para completar los ejercicios y poner en práctica lo aprendido, sólo podrás marcarlo tú. En esta maravillosa aventura no tienes porqué sentirte sola, miles de mujeres o quizá millones nos estamos dando la oportunidad de amarnos con unacalidad de amor que ningún chocolate, pastel o alimento favorito puede regalarnos.

Cuando sanamos, abrimos nuestros corazones, en el proceso las heridas cierran y se abren espacios en nosotras que permiten que entre el amor…

¡BIENVENIDA!
FIN DE LA 1ERA PARTE

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