LAS RAICES DEL TRASTORNO
Comer compulsivamente en forma habitual puede convertirse en un problema doloroso y
absorbente, casi en un estilo de vida. Las personas se vuelven prisioneras de un síndrome en el cual pasan horas en silencio preocupándose y obsesionándose de lo que debieran o no comer y, cuando se permiten hacerlo, realmente no lo disfrutan. La comedora compulsiva no conoce el deleite sencillo que es comer. El alimento se utiliza como una herramienta que les ayuda, por un tiempo muy breve, a “fugarse” de sentimientos difíciles y estados de angustia emocional. Se convierte en un narcótico, adormeciendo la ansiedad que despiertan los sentimientos que no se logran ver con claridad.
Las comedoras compulsivas no están en contacto con las señales fisiológicas de hambre y saciedad. Su búsqueda de comida es para hacer frente a una serie de necesidades que nacen del subconsciente. Esta actividad compulsiva y la preocupación por la comida esconden los problemas reales.
Casi todos los tratamientos que se conocen, tanto para quienes desean bajar de peso, como para quienes desean subir, están enfocados al control de los alimentos. Dentro de estos tratamientos la estrategia se centra en educar al paciente para lograr que él o ella (generalmente ella) entienda las funciones del cuerpo. El punto principal que debe comprender es que si consume más comida de la que su organismo necesita, subirá de peso. Si este régimen no funciona, lo más probable es que baje de la báscula “regañada” y amonestada por el responsable del mismo y opte por escoger otra de la amplia gama de opciones que existen: anfetaminas para aquietar el hambre, diuréticos, operaciones quirúrgicas, engrapado del estómago o de la quijada y otros métodos. La realidad es que durante toda esta búsqueda infructuosa, el problema real pasa sin ser atendido. Para una comedora compulsiva, estos métodos no funcionan, ya que psicológicamente se encuentra atrapada en la adicción: atracones, purgas o privaciones (en el caso de padecer bulimia o anorexia).
Aunque muchos de estos métodos parecen sensatos –una buena razón es darle a la maquinaria humana el tipo de combustible que necesita-, pocas son las personas que ven la comida con este enfoque utilitario y logran la estabilidad de su peso.
Laberinto hacia la libertad tiene como objetivo ayudar a romper la relación adictiva con la comida, descubriendo los significados que tiene el alimento para cada una de nosotras. Lo que comemos, cómo comemos y nuestros sentimientos respecto a la comida, son un reflejo de quiénes somos. Es generalmente dentro del seno familiar donde aprendemos este tipo de relación; cuando actuamos una y otra vez lo que sentimos años atrás alrededor de la mesa con nuestra familia, avanzamos en nuestro camino de la compulsión hasta que, progresivamente, nuestros cuerpos engordan o vivimos en el ayuno, la purga o el vómito. El alimento contiene capa tras capa una serie
de significados y nadie más que uno mismo puede descubrirlos.
LA MUJER COMO PROVEEDORA DE ALIMENTOS
El alimento tiene un significado especial en la vida de la mujer, tradicionalmente es ella quien está íntimamente involucrada en seleccionar, comprar y preparar los alimentos. Es responsable de dar respuesta a las necesidades alimenticias de la familia: desayunos, almuerzos escolares, comidas, cenas, reuniones, celebraciones, etc. Es la responsable de distribuir el gasto familiar y hacer que éste rinda par que todos los miembros de su familia coman.
Debido a que la mayoría de las mujeres adultas fueron educadas en base a este patrón, muchas de estas inquietudes siguen influyendo en su subconsciente, sin importar que quizá vivan un matrimonio o relación poco convencional. De hecho, en la psicología de una mujer, gran parte de su autoestima deriva de su habilidad para ser una buena “nutridota”; así como en el hombre su autoestima depende de su trabajo y capacidad para ser un buen “proveedor” económico.
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Si hojeamos cualquier tipo de revista para mujeres, encontramos una gran cantidad de
anuncios sobre alimentos, así como sugerencias para poder servirlos de3 manera fácil, rápida, económica, buscando quizá lo más sano, lo natural, lo sexy o elegante. Una y otra vez se le recuerda a la mujer su deber de alimentar a otros y se da por hecho que ella es la elegida, casi por mandato DIVINO y de manera biológica, para alimentar a los demás.
Más allá d proporcionar los requerimientos nutricionales, la mujer recibe muchos estímulos para que exprese sentimientos a través de los platillos que prepara. Demuestra amor, cuidado y preocupación por su familia. Su valor dentro de este campo aumenta en la medida de su habilidad para producir manjares sanos, económicos, sabrosos y bonitos. El papel servicial de la mujer en el ámbito de la comida es real y simbólico, se convierte en un reflejo de la relación que ocupa dentro de la sociedad y la familia. Los sexos, hoy por hoy, siguen manteniendo una gran desigualdad legal, de género, económico y social. Esto significa que el hogar, la familia, la crianza de los hijos, así como ver por las necesidades del esposo, de la casa y la nutrición, siguen percibiéndose como los espacios naturales en donde se desempeña mejor, y de donde recibe sus satisfacciones más
profundas.
La mujer actual, quien ha crecido con todos estos mensajes, está tratando de expresarse
más ampliamente por medio de su trabajo o carrera y frecuentemente está sujeta a complejos sentimientos de ambivalencia respecto a ella misma, a su cuerpo, a su integración activa al ramo productivo, etc.
Aunado a todo lo anterior y sin importar qué elección haga, la mujer vive un conflicto
interno que constantemente le recuerda que para ser mujer “propia”, una mujer “aceptada”, necesita un hombre para compartir su vida y que para “tener” ese hombre necesita, además de otras características, ser atractiva.
ESTAMOS ALEJADAS DE NUESTROS CUERPOS
Entonces, el cuerpo de la mujer se convierte en su instrumento, en un bien que puede y debe utilizar como una herramienta, en su búsqueda personal de un espacio propio. Aprendemos que el cuerpo no es un lugar muy seguro o bueno para vivir. Rara es la vez que una madre y otras mujeres adultas transmiten a las adolescentes o jóvenes que su cuerpo, sin importar su forma natural, es una fuente de orgullo y belleza. ¿Y cómo podemos hacerlo si nosotras mismas no hemos logrado sentirlo? Lo que sí sabemos es que nuestros cuerpos son poderosos en sentido negativo, pueden “desestabilizar” a los hombres y crear situaciones de conflicto. Por lo mismo, no debe sorprendernos que estos cuerpos nos asusten y que no los veamos como el lugar que habitamos, sino como una parte de nosotras mismas que debemos controlar, vigilar, dirigir, utilizar. Así pues,
de manera automática, nos vemos con un ojo crítico. Nuestro cuerpo siempre puede mejorarse:
piernas, pelo, senos, celulitis, todo puede alterarse. A la luz de esta moldeabilidad, desconfiamos de la identidad orgánica.
Nos ayudará mucho recordar que hasta aquellas mujeres afortunadas que cuentan con la
belleza que la mayoría “envidiamos”, en raras ocasiones están contentas con su aspecto físico. ¡Qué trágico resulta que muchas creamos en el mito de los medios de comunicación, el mito que nos enseña que valemos por como nos vemos! Un paquete puede tener una envoltura muy atractiva, sin embargo, ¿Por cuánto tiempo podemos estar interesadas en la envoltura?
¿TE ENCUENTRAS ADICTA A LA COMIDA?
Necesitas hacer una elección. Lo que está sucediendo dentro de ti resulta más importante que
cualquier situación externa que acontezca a tu alrededor. Procura ser honesta en tus respuestas.
Contesta con un SI o un NO.
1. ¿Has tenido problemas con tu peso por más de cinco años? __
2. ¿Existen antecedentes de obesidad en tu familia? __
3. ¿Existe un historial de depresión o nerviosismo en tu familia? __
4. ¿Existe una historia de alcoholismo en tu familia? __
5. ¿Existe drogadicción en tu familia? __
6. ¿En tu familia se asocia la comida con momentos de bienestar y convivencia? __
7. ¿Te hace sentir bien la comida? __
8. ¿Te deprimes por tu peso? __
9. ¿Comes cuando no tienes hambre? __
10. ¿Te das atracones de comida sin razón aparente? __
11. ¿Te concentras con dificultad y te cuesta trabajo tomar decisiones?__
12. ¿En ocasiones, planeas darte un atracón y esto te causa remordimientos?__
13. ¿Frecuentemente te sientes triste, irritada o preocupada? __
14. ¿En ocasiones sientes que no vales? __
15. ¿Te sientes insegura? __
16. ¿Has tratado de bajar de peso con dietas drásticas? __
17. ¿Te provocas el vómito en ocasiones? __
18. ¿Frecuentemente te sientes nerviosa? __
19. En ocasiones has perdido el interés en las actividades que llevas a cabo. En caso de llevar
una vida sexual, has perdido el interés debido al sobrepeso? __
20. ¿Te sientes cansada crónicamente? __
21. ¿Has intentado suicidarte o has querido morir en alguna ocasión? __
22. ¿Te sientes culpable cuando comes mucho? __
23. ¿Te asustas de repente, sin razón aparente? __
24. ¿Te aíslas de los demás debido a tu sobrepeso? __
25. ¿Sientes que en ocasiones la vida es injusta contigo? __
26. ¿Te cuesta trabajo pedir ayuda? __
27. ¿Sientes que no puedes dejar de comer ciertos alimentos una vez que empiezas a
comerlos?
28. ¿Te horroriza pensar que puedes subir de peso?
29. ¿Has faltado al trabajo o a la escuela por comer demasiado o por tu peso?
30. ¿Sientes que eres responsable por cómo piensan, actúan y sienten los demás? ¿Te haces
cargo del bienestar general de otros? __
Si contestaste SI a diez o más preguntas, entonces es la oportunidad para que: primero,
aceptes tu situación y, segundo, comiences a transformarla. Es el momento de empezar a entender
que el problema no es lo que te comes, sino lo que te está comiendo a ti.